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2.1.14

El oscuro juego de Lucifer por E.J. Bennet

Autora: E.J. Bennet
Título: El Oscuro Juego de Lucifer
Capítulo: 1

Sinopsis:

¿Qué harías si, de repente, el hombre que crees detestar y que es tu jefe te propone tener una relación carnal exenta de ataduras?
     Me llamo Emma Taylor, tengo veinticinco años y nunca he tenido en el amor por eso, a día de hoy, solo pretendía llevar una vida tranquila exenta de sobresaltos hasta que él se cruzó en mi camino y ese no era otro que el enigmático, arrogante y engreído hermano de mi difunto jefe con el que ya había tenido  mis diferencias en el pasado. El tipo había regresado  a Nueva York para hacerse con el control de la agencia de publicidad para la que trabajo como secretaria...
    Alexander Crawford, apodado Lucifer, era rico, soltero, apuesto, inteligente y estaba acostumbrado a conseguir todo aquello que se proponía pero...¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar yo con alguién como él?
[Blog]

© Propiedad Intelectual. Todos los relatos, novelas y poesías que leéis están registrados. Charlotte Bennet.

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Si tuviera que definirme con una sola palabra, esa sería, sin duda alguna, tradicional pues soy de las que piensa que hay que llegar virgen al matrimonio. Sí, lo sé, estoy quedando como una estrecha pero es lo que me han enseñado desde que tengo uso de razón y así lo he mantenido a lo largo de todo estos años pero, quien sabe, nunca se ha de decir de esta agua no he de beber pues he tenido tentaciones como el resto de los mortales pero he sabido marcar los límites. De ahí que mis ex me dejaran tirada en la cuneta por otras mujeres con más experiencia que yo. Mientras ellos pensaban con la bragueta, yo buscaba una relación estable basada en el amor, la confianza y el respeto. Algo que les aburría notoriamente pues el sexo era vital para ellos y yo no estaba por la labor de irme a la cama con el primero que me lo propusiera. A raíz de ello aprendí tres reglas básicas:

-La primera: Nunca enamorarte en la primera cita porque estarías metida en un buen lío.

-La segunda: Jamás creerte sus halagos porque es una manera sutil de querer llevarte a la cama.

-La tercera y la más importante: En toda relación hay amos, sumisos, voyeristas, fetichistas…etc.

De esto último, soy una toda una experta, dado que he salido con tipos que le fascinaban las relaciones BDSM, acrónimo de Bondage, Disciplina y Dominación, Sumisión y Sadismo, Masoquismo. Evidentemente duré un telediario pues no reunía el perfil para ninguna de esta clase de prácticas sexuales no convencionales ya que era y soy muy puritana. No obstante y, sin que sirva de precedentes, nunca imaginé que el miedo a la soledad me impulsara a enrollarme con tíos con lo que no iría ni a la vuelta de la esquina pero lo hice y casi acabo tocada. En menos de cuatro años he visto una colección de esposas, bolas chinas, fustas, paletas, pinzas para pezones...etc. Si bien uno de mis ex intentó darme una clase magistral de sadomasoquismo con una de sus ex sumisas, con otro, como Michael Bauer, descubrí el universo tántrico y, tampoco, encajé por eso me abandonó por otra. A raíz de ello comprendí que estaba abocada a la más infinita soledad ya que el mundo estaba lleno de sádicos y yo no estaba dispuesta a bajar a los infiernos para buscar a mi príncipe azul a quien, de momento, no he encontrado.

Mi nombre es Emma Taylor, nací hace veinticinco años en Londres pero actualmente resido en Nueva York por motivos de trabajo. Me apasionan los karaokes, el cine, el teatro así como la fotografía y beber litros y litros de Coca-Cola Zero. Me fascinan las comedias románticas con final feliz. La música y la lectura son mis dos grandes pasiones junto a ir de shopping a Zara o Macy´s. No me considero una it girl pero estoy al día de las últimas tendencias de moda. Las novelas románticas me tienen completamente cautivada. Detesto la mentira y la hipocresía. Soy amiga de mis amigos y procuro aprender cada día de mis errores. No fumo y apenas bebo salvo en momentos puntuales. La última vez que cogí una cogorza fue en la boda del padre de mi mejor amiga, Andrea Harper. Recuerdo que la resaca me duró una eternidad…hago footing siempre que puedo. Mi vida sentimental, como acabo de señalar, es un verdadero desastre. Aun así nunca he perdido la sonrisa ni la esperanza ante las adversidades. Eso es algo que aprendí de mi difunto padre, Charles Taylor…

Andie dice que soy una romántica empedernida. Tiene toda la razón del mundo. Tengo la extraña manía de darlo todo en una relación. Nunca me guardo nada para mí. Me ilusiono con suma facilidad con la persona que tengo al lado y por eso llevo unas tantas desilusiones en mi haber. A raíz de ello decidí que lo mejor era cerrarle las puertas al amor y arrojar la llave al río Hudson hasta que surgiera algo diferente y que mereciera la pena. Era lo ideal después de todo. Por eso me dediqué a vivir mí día a día. Me volqué en estar en contacto telefónico con mi familia, en mi trabajo como secretaria en una conocida agencia de publicidad y en dos de mis mejores amigos, Andrea Harper y Linus Moore. Llevo más de un año sola que la una y la verdad es que de vez en cuando me entra la nostalgia. Bien es cierto que estaba harta de tanto fracaso sentimental por no señalar que estaba hasta la coronilla de mi vecino, Daniel Warrick, alias El Acosador y del que no quiero ni oír hablar, dado que se me ponen los vellos de punta...

Andrea, en cambio, es todo lo contrario a mí. Siempre ha tenido suerte en el amor pero la muy terca le tiene pánico al compromiso y cuando rompe una relación o la dejan tirada en la cuneta, no acaba llorando por las esquinas como si el mundo fuera a acabarse sino que coge el toro por los cuernos y sigue adelante como si nada hubiera pasado. Me fascina su capacidad de recuperación pues se refugia en su trabajo como editora jefe de Magazine’s, su revista de cotilleos y moda y todo lo demás carece de importancia para ella. La admiro por eso mismo. Y es que mi amiga y yo siempre hemos sido como el día y la noche incluso en gustos y aficiones. Si Andrea soñaba con convertirse en una intrépida periodista, yo me conformaba con fisgonear en el taller de reparación que mi padre regentaba junto a nuestra modesta casa, no lejos de Covent Garden. Me encantaba oír el sonido de los motores rugiendo como fieras así como cambiar una bujía o una rueda. En menos de lo que cantaba un gallo me convertí en toda una experta…

¡Qué tiempos aquellos!

Daría lo que fuese por poder revivirlos al lado de dos grandes hombres y esos no eran otros que mi hermano Scott y nuestro querido padre a quien un conductor borracho le segó la vida cuando yo tenía diez años. A raíz de ello nada volvió a ser como antes para mi hermano y para mí pues todo dejó de existir. La vitalidad, el optimismo y el buen sentido del humor de nuestro adorado padre se habían evaporado de un solo plumazo y no había manera de volver a recuperar lo que nos fue arrebatado tan injustamente. Solo nos quedaron los recuerdos de un hombre extraordinario al que aun seguimos llevando en lo más recóndito de nuestro ser…

He de reconocer que mi vida nunca fue un camino de rosas sino un sendero repleto de espinas. Todas ellas lacerantes. Nací y crecí en el seno de una familia de clase media. El taller de mi padre generaba, por aquel entonces, ganancias y todo nos iba a las mil maravillas pero solo en apariencia. Mi madre fue una esposa y madre egoísta, por no llamarla, literalmente, un putón verbenero ya que se tiraba a todo aquel que quería sin tan siquiera importarle el qué dirán. De hecho se casó con mi padre porque se quedó embarazada de Scott y mi abuela materna presionó al buenazo de mi padre para que cumpliera con su deber. Si cabe entre las dos no tardaría en hacerle la vida imposible pues todo eran exigencias y humillaciones cuando menos se esperaba. Mi madre, Marie Westwood, se pasaba todo el santo día de parranda con sus amigos y no dudaba en sacarle la pasta gansa a mi pobre padre mientras le ponía los cuernos con quien fuera. Eran tiempos difíciles para un matrimonio que comenzaba a hacer aguas y cuyos hijos estaban en medio de sus continuas peleas y discusiones.

Si mi hermano Scott se refugiaba en su cuarto escuchando a su banda de rock predilecta, yo optaba por buscar consuelo en Andrea, mi paño de lágrimas, el hombro en que apoyarme después de una broca monumental entre mi padre y la cínica de mi madre.

Mi amiga siempre estuvo allí cuando más la necesité. Me prestaba sus libros de texto, dormía en su casa los fines de semana e íbamos a la misma escuela. Ambas cumplimos años el mismo día y el mismo mes. Casi se diría que somos como hermanas pues su padre, John Harper, y el mío eran inseparables ya que mi padre ayudó a John a superar la muerte de su esposa Claire cuando Andrea solo tenía dos años o eso fue lo que me contaron. Recuerdo que durante el funeral de mi querido padre, John Harper le dedicó unas emotivas palabras que jamás olvidaré. Dijo, entre otras cosas, que no solo se le había ido un gran amigo y un compañero sino que había perdido a un hermano. Rompí a llorar desconsoladamente…

Después de ese duro varapalo, la vida de Scott y la mía dio un giro de trescientos sesenta grados pues nos costó asimilar que le habíamos perdido para siempre. El gran Charlie fue quien nos educó y sacó adelante mientras mi madre se desatendía de responsabilidades. Pese a ello, crecí con la única convicción de que, algún día, la cínica de mi madre, Scott y yo volviéramos a ser una familia pero me equivoqué estrepitosamente pues más bien nos dividimos en dos bandos. Por un lado estábamos mi hermano y yo y por el otro, ella y su ¨amigo ¨ a quien se traía a casa para follárselo en la cama de mi padre. La odié por ello y he de reconocer que me alegré notoriamente que meses más tarde le entrara la locura de hacer las maletas para largarse con su gigoló. Ambos pretendían perseguir el sueño americano pero todo se perdió en el camino ya que la penuria se adueñó de ellos en cuestión de semanas…

Mucha gente dice que me parezco físicamente a ella, sobre todo en la nariz alargada y fina y en la boca grande de labios carnosos pero no soy igual de caprichosa y egoísta como lo fue ella en su día. Si algo no le perdono es que fuera la causante de la desdicha de mi pobre padre el cual se partía los cuernos en el taller solo para darnos de comer. Jamás le estaré lo suficientemente agradecida por tanto amor y tanta generosidad. Algo que la cínica de madre rehusaba darme. Sencillamente porque se avergonzaba de mí pues yo era la hija obesa, fea y miope que una madre estirada y cínica, como la mía, no quería tener. Por eso nunca me presentó a sus amistades ni se preocupó por mí. Scott, en cambio, era su ojito derecho…era el que más besos y abrazos recibía comparado conmigo.

Después de la muerte de papá los Harper se convirtieron en nuestra nueva familia. John Harper siempre se preocupó de mi hermano y de mí lo cual le estaremos eternamente agradecidos… en cuanto a Andie…¿qué más puedo añadir de ella? Solo tengo palabras de gratitud por cómo se ha comportado conmigo desde que tengo uso de razón. La adoro y ella a mí, también…nunca hemos permitido que nada ni nadie se interponga entre nosotras. Ni tan siquiera los chicos. Pues, Andrea siempre fue una niña muy guapa. Era alta y esbelta, llamaba la atención de todos los chicos del barrio. Yo, en cambio, era la antítesis. Por aquel entonces tenía acné y mi pelo era similar al color de la zanahoria por no añadir que era objeto de burla de toda la clase de primaria. Mi baja autoestima pronto sufriría una parada en boxes y no me permitiría evolucionar como persona acomplejada que era sino que me estanqué sintiéndome un bicho rato, maltratado por la sociedad. De hecho me refugié en los míos y en los Harper solo para huir de mi desdicha pues mi mundo se vio fragmentado como aquella mañana cuando la policía llegó a nuestra casa para notificar la muerte de papá. Lloré amargamente presa de un ataque de ansiedad, de ahí que esté diagnosticada y medicada…

Eran tiempos difíciles para una adolescente acomplejada e infeliz pues por aquel entonces otra mala noticia no tardaría en enturbiar más aun mi ánimo pero de un modo aterrador: mi mejor amiga iba a mudarse a vivir a América… John Harper, un reputado periodista aceptó una generosa oferta de trabajo en un programa de televisión neoyorkina. La noticia, en sí, causó estragos en mí. Recuerdo especialmente esa mañana soleada no muy lejos de Hyde Park en la que Andrea y yo lloramos a moco tendido cuando me lo comunicó y en ese instante comprendí que estaba abocada a la más infinita soledad por culpa de un destino cruel e infinitamente injusto.

Mi amiga del alma, mi hermana, mi pilar se marchaba a vivir a otro continente y yo me vi sola y sin rumbo.

Otra vez.

La soledad se convirtió en mi compañera durante muchos años en los cuales el miedo al rechazo y la incertidumbre dominaron por completo mi angustiosa existencia. Durante mi pubertad me dediqué a esconder mi cuerpo gordo y fofo bajo prendas holgadas y viejas. En cuanto a mi larga melena decidí cortármela para que no volvieran apegarme chicles en ella. Por otro lado, ver a mi hermano sumido en una repentina depresión por la muerte de papá tampoco garantizaba nada bueno sino todo lo contrario. De modo que me vi en la extraña necesidad de escribirle una emotiva carta a mi pobre tía Gertrude quien enseguida asumió el control y se ocupó de nosotros dejando atrás su idílica vida en Brighton..

La hermana mayor de mi padre era una dama hermosa y sumamente elegante. Tiró de Scott y de mí con ese carácter tan particular de los Taylor de Northumberland mientras la hipócrita de mi madre nos enviaba postales de su mísera incursión por las Américas. Por aquel entonces se rejuntó con otro gigoló quien no tardaría dejarla tirada en la cuneta por una exótica bailarina de striptease. No hay que añadir que ello le destrozó la vida a la bruja de mi madre quien ahora vive sola en una destartalada caravana cerca de Arizona, con dos gatos y una tortuga y se dedica a la venta ambulante para poder subsistir o eso rezaba la última carta que nos envió hace una década. Desde entonces no hemos vuelto a saber nada de ella y lamento tener que ser tan franca pero mi hermano y yo no hemos hecho ningún esfuerzo por promover una acercamiento porque no nos interesa. Scott y yo supimos sobreponernos a su ausencia desde el instante en que eligió fugarse con uno de sus amantes...

Es así de simple…

La llegada de tía Gertrude a nuestras vidas nos hizo creer, a mi hermano y a mí, que existían las segundas oportunidades. Nuestra casa dejó de ser fría y lóbrega y dio lugar a un hogar cálido y agradable. Pese a su carácter tan particular, tía Gertrude ayudó a Scott salir más a menudo de casa incluso organizó una merienda en la que no faltó la hermosa Bianca, la hija mayor de los McAdams, nuestros vecina de toda la vida. Lo suyo con Scott fue puro flechazo pues, por lo que supe poco después, Bianca siempre estuvo enamorada de mi hermano y no veía cuando iba a declararse y que cuando éste lo hizo, ella se echó a llorar pero de la emoción. No en vano dicen que el amor lo cura todo incluso las penas y es cierto. Bianca sacó a mi hermano de ese pozo negro en el que llevaba tiempo sumergido y tanto que reabrió el taller de reparaciones mientras yo albergaba la esperanza de poder reencontrarme, algún día, con mi amiga del alma con la que no había perdido contacto durante todos angustiosos años. Ora nos llamábamos por teléfono, ora nos carteábamos para ponernos al día de todo cuanto acontecían en nuestras vidas. Ello al menos me hacía sentir bien cada vez que me entraba el bajón por el motivo que fuera.

Mientras Andrea iba a una prestigiosa escuela privada en la Gran Manzana, yo acabé la secundaría en la pública donde sufrí bullying por parte de mis compañeros de pupitre. Yo era objeto de burla y, casi siempre, llegaba a casa con la ropa hecha girones y con moratones. El mundo se volvió para mí en un lugar inseguro durante una larga y horrible temporada hasta que fui al instituto donde me esperaría otra dura prueba más. Mis defectos volvían a ser objeto de escarnio y nuevamente volví a refugiarme en mi familia como si fuera una tabla de salvación se tratara.

Durante años me odié a mi misma y a mi propio cuerpo pues la ansiedad me empujó a engullir sin control aparente…ello, evidentemente, hizo que mi peso se duplicara de un modo alarmante. El espejo se convirtió en mi mayor enemigo, de ahí que evitara verme reflejarme en él. Y encima empecé a usar gafas de vista para corregir mi creciente miopía.

La vida no podía tratarme del peor modo posible ante una atestada clase llena de adolescentes remilgadas y estúpidas. Después de todo me río. Antes no, desde luego. No en vano mi amargada existencia cambió una vez que acabé el instituto y perdí de vista a mis compañeros de pupitre. Fue entonces cuando me liberé y opté por inscribirme a un curso de administrativo pero a distancia. Mi única asignatura pendiente es no haber ido a la universidad. Me hubiera encantado estudiar medicina pero me conformé con aceptar lo que le destino me tenía deparado.

Al año siguiente de obtener el título de administrativo, me apunté a otro curso de peluquería y estética y ahí fue donde conocí al ser más entrañable y bueno que jamás haya visto y ese no es otro que mi querido Linus Moore. Su vida se asemejaba bastante a la mía. Los dos hemos sufrido por culpa de nuestros parientes más directos y por el rechazo de la sociedad. Él con su padre, un rudo militar, quien consideraba que la homosexualidad era una enfermedad y pretendía curársela con métodos realmente escalofriantes y que no quiero mencionar. Linus tuvo que huir de su casa solariega en Wiltshire para instalarse en Londres donde encontró trabajo como camarero a media jornada. Por las tardes iba al curso conmigo. Tía Gertrude no dudó en acogerlo como a un miembro más de nuestra familia al igual que Scott y eso motivó que mi buen amigo volviera a sonreír después de tantos años sumido en la más tenebrosa oscuridad…

Si la vida de los Harper en la Gran Manzana se asemejaba a un cuento de hadas, la mía era más bien agotadora. Por aquel entonces tenía dos trabajos, uno como baby sitter para una familia acomoda cerca de Picadilly Circus y el otro como dependienta en una tienda de comestibles que compaginaba con el curso de peluquería por las tardes. Si ello no era poco, por las noches me ponía a preparar tartas con mi tía para, así, sacarnos unas cuantas libras. Yo era la encargada de repartir a domicilio todos los encargos y así fue como conocí a mi primer amor de juventud. Brandon Mullen, el chico más guapo y popular del barrio. El tío era bombón comparado conmigo ya que…¡sí! ¡Conseguí tener una cita con él! De hecho me sorprendió que me invitara a salir. Emma Taylor, la fea y gorda repulsiva, había logrado atraer la atención del chico guapo del barrio. Algo que hizo sentir la muchacha más feliz del universo o eso creía yo… Recuerdo que me compré un vestido ancho y estampado de flores, me alisé el pelo y le esperé en la puerta de mi casa a que viniera a recogerme en su flamante deportivo. Fuimos al cine y tomamos una hamburguesa. Era yo quien más hablaba de los dos y por lo visto le caí bien al chico pues no dudó en confesarme que había salido conmigo por una apuesta que hizo con el cerdo de Jasper Byte. Un gilipollas de mucho cuidado al que un día le di una patada en los huevos por grosero y maleducado. Evidentemente aquello me sentó como un jarro de agua fría pues volví a sentirme poca cosa y objeto de burla. Algo que me dolió en el alma.

Pronto la repostería se convirtió en mi vía de escape. Plasmaba toda mi ira y frustración en elaborar deliciosas tartas que se vendían como churros. De hecho la tarta nupcial para John Harper corrió a nuestro cargo ya que volvió a casarse en segundas con Linda Miller, una prestigiosa decoradora de interiores, viuda y madre de una encantadora muchacha llamada Paula un año mayor que Andrea. Linda, Paula y Andrea conectaron desde un primer instante y yo me alegraba de que así fuera porque mi amiga se había encargado de pasarme a su futura madrastra por teléfono. No había nada como la familia unida pues los Harper no dudaron en enviarme la invitación a la boda. De hecho me pagaron el billete de avión en primera clase. Era algo emocionante y nuevo para mí. El vuelo duró más de cinco horas y fue la aventura más excitante de toda mi vida. Recuerdo que la noche anterior apenas concilié el sueño por culpa de los nervios. Tanto mi pobre tía, mi hermano y su esposa me acompañaron al aeropuerto de Heathrow. Lloré como una magdalena cuando me despedí de ellos pues siempre he sido muy sentimental y no me avergüenza el admitirlo...

Por aquel entonces tenía veinte años y un futuro incierto aun por explorar y yo estaba dispuesta a sacarle todo el jugo a pesar de mi baja autoestima y complejos de gorda repulsiva y temeraria. Vaya que sí…

John Harper, Andrea, Linda y Paula me esperaban en el John Fitzgerald Kennedy Airport y recuerdo que todos acabamos llorando como niños. La boda fue preciosa y muy divertida. Salía a cantar a petición de los novios la canción Love is in the air de John Paul Young …¡qué vergüenza pasé! Pero lo hice muy bien ya que siempre he tenido un buen oído musical y buena voz. De hecho aún conservo las fotos cuyo convite fue espectacular. Linda estaba radiante. Las damas de honor, Paula, Andrea estaban guapísimas porque lo que era yo…uf…sin comentarios…

Pasé una semana en Nueva York y fui la mujer más feliz del universo. No quise regresar a Londres porque me enamoré perdidamente de la ciudad. Me impresionó ver la Estatua de la Libertad y me conmovió escuchar un concierto benéfico en pleno Central Park. La familia Harper no dudó en tenderme una mano unos mese después ya que me animaron a volver para así emprender una nueva vida al lado de ellos. Al principio me resistí pues no quería dejar solos a los míos. Sin embargo tía Gertrude y Scott comprendían que debía de abandonar el nido y empezar a volar. Linus, evidentemente, no se lo pensó dos veces y acabó tomando el mismo avión que yo. Los Harper lo acogieron encantados, excepto, Andrea con la que no tardaría en chocar.

Mi amigo quería probar suerte como escritor y así fue como nuestras vidas se entremezclaron con John Harper ejerciendo como padre, amigo y consejero para Linus y para mí. Gracias a él y su familia mi estancia en la Gran Manzana fue genial. Le escribía casi a diario a los míos o les llama por teléfono. Me sometí a régimen y comencé a perder unos cuantos kilos de más de la mano de un personal trainner que me estrujó hasta no poder más. Recuperé mi autoestima paulatinamente con la ayuda de los Harper y de Linus a quien, a día de hoy, se encuentra en Denver, de gira promocional con su undécimo libro de autoayuda titulado "Como ser feliz por méritos propios". Lo he leído y es impresionante. Mi amigo es un gran observador y tiene una capacidad innata para ayudar al prójimo y me siento muy orgullosa de él. Admito que le echo mucho de menos justo ahora que acaba de fallecer mi jefe, David Vladimir Crawford Ivanov y con el que me unía una estrecha y hermosa amistad. Sí, tenía la doble nacionalidad. Su abuelo materno era un conocido magnate ruso. Hizo negocios por toda Europa y se mudó a América donde expandió todo su imperio que luego, tras su fallecimiento, pasó a manos de su arrogante y engreído nieto Alexander Crawford Ivanov, apodado por una servidora y sus amigos como Lucifer dado su carácter diabólico y con el que no tardaría en tener mis primeras diferencias…

9 comentarios:

  1. Me pareció muy interesante. Y me gusta tu blog, tenés una nueva seguidora.
    Un abrazo!

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. ¡Hola, Ceci! Gracias por leer el primer capítulo de mi novela y que éste te haya resultado muy interesante, un saludo!

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  2. oww tu blog es tan hermoso :3 me encanta , te e seguido, cuentas con una lectora mas :3 un beso y feliz año nuevo!!

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    1. ¡Hola, Diana! Gracias por leer una parte de mi novela y, sí, el blog, está chulísimo! Un saludo...

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  3. Me ha parecido realmente interesante, me gustan muchísimo este tipo de historias, así que me hago seguidora de este blog desde ya. Te invito a que pases por el mío y dejes un comentario en mi última entrada.

    Besos, Ana.

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    1. ¡Hola, Ana Belen! Muchas gracias, me alegra que te resulte interesante mi novela, es un verdadero placer, un saludo.

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  4. He de reconocer que al principio me sorprendí al ver tanta palabra pero una vez te pones a a leer estas desprenden su magia y queda una unión perfecta. Para nada se hace pesada así que los holgazanes ya sabéis leer leer porque merece la pena.
    ¡SE FELIZ!

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    1. ¡Hola, Blanca! Muchas gracias por leer el primer capítulo de mi novela. Me alegra saber que te ha llegado la historia de Emma Taylor. Un saludo

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